Forjado
Capítulo I: Cerca de Noche Eterna.
Siempre por las mañanas me tomaba un buen desayuno, nunca estaba seguro
si la siguiente comida la llegaría a soñar o dar una cucharada, pase mucho
tiempo pensando en mi ex novia desde que me dejo. Ese mismo adherente lograba
transformar mi te a más dulce o agrio, dependía según la chica que despertaba
conmigo junto en la mañana, algunas al verlas durmiendo plácidamente con las
leves luces que entraban por la ventana, me contribuían a sentirme mejor, otras
veces que había tomado una decisión muy apresurada. Aún quedaba agua caliente
en el tetera, le prepare el desayuno a Catalina que la conocí hace un par de
meses atrás cuando coincidimos en la compra de un libro, en una aldea lejana
donde solo se vendían libros de segunda mano, algo difícil de encontrar en
otros lugares. Siempre pensé que mostraba demasiada tranquilidad en su forma de
ser, en esta ocasión mi te tiene un gusto mucho más dulce. Catalina siempre era
creativa en sus momentos de intimidad. Ella comenzaba en alguna posada amplia con
poca gente con sus insinuaciones. Con sus lentes, coleta, chaleco tejido a mano
y su falda cuadrilles nadie se le pasaría por la mente, como ella era tan hábil
de emplear agua o las gotas de las velas que me dejaban distintas obras de arte
por la mañana. Le prepare un café con tostadas, un durazno trozado junto a nota
que dejara cerrada la habitación, necesitaba caminar unos minutos por la
mañana.
Me
gustaba dar un paseo matutino, siempre observaba la naturaleza para sacar ideas
en el nuevo colgante que iba a fabricar, tenía que memorizar bastante para
acordarme lo que iba plasmar de lo
observado, era un proceso distinto dado que mi cabeza siempre cambiaba la forma
en que representaba lo que plasmaba a continuación. Hace tiempo que no usaba mi
capa, esta vez al ondearla con la brisa matutina me entusiasmaba por acomodarme
en algún árbol a relajarme bajo su alero.
Siempre cuando
tomaba esa decisión al llegar a casa de Adriana me recibía con cara de pocos
amigos. Se destacaba por ser demasiado
puntual a cambio siempre me sorprendía con un trozo de queque con un jarro de
leche con unos dulces pequeños de chocolate. Podría decir que ella fue una de
mis primeras maestras, en un comienzo me explicaba que tenía que ser astuto, no
confiarme tanto de las demás mujeres, evitar caer tanto antes sus atributos.
Ella siempre me ponía a prueba con la contundencia de su delantera que hacia
juego con sus rizos negros que ondeaban haciéndoles masajes por su cuello. Era
mucho mayor que yo, su mirada penetrante, decidida, otras veces juguetona
colaboraba a que tuviera agradables sueños que deseaba no despertar. Adriana
había enviudado a corta edad, su esposo era amigo de mi maestro.
Tom era un herrero
sin igual, muchos guerreros, magos, mercenarios deseaban tener algunas de sus
tantas piezas. Durante mi periodo de aprendiz me había regalado una daga
bastante sencilla, que se destacaba por su buena toma, durabilidad y por sobre
todo un filo de azul acerado que hasta el día de hoy me da seguridad atada al cinto
detrás de mi espalda. Mientras saboreaba los chocolates que me estaban
quedando, me gustaba observar a Adriana cuando amasaba, siempre era coqueta,
pero manteniendo un tesón de hierro que ella solo será la única y ultima mujer
de Tom. Cuando ella acaba con sus labores en la cocina yo esperaba un buen par
de minutos para llevarme las empanadas.
La
mayoría de los días que tenía que ir buscar los pedidos, eso me ayudaba a
mantener la promesa que hice ante la tumba de Tom, que mientras estuviera cerca
velaría por la seguridad y vida de Adriana. Cuando podía me iba comiendo una
empanada o un trozo de queque. Cualquiera pensaría que iba a engordar de un día
para otro. A veces también deseaba eso, comer y dormir en los días frescos de
verano o gélidos de invierno.
Las largas
distancias era una especie de entrenamiento. Mi fiel acompañante para
mantenerme conectado a ella me pedía un poco de energía a cambio, Nhama era
bastante traviesa, le daba por seducir a los demás hombres que se topaba en las
vías de comercio del bosque Noche Eterna que estaba constituido por arboles
Secuoyas. Cuando ingresaba en las profundidades podría practicar libremente mis
habilidades. Según lo que contaba mi maestro yo descendía de un linaje de
brujos que había sido atacado brutalmente por una tribu de Orcos, que iban
detrás de uno delincuentes que los había engañado y robado varias hachas que
tenían en su campamento. No podía recordar lo que había ocurrido, los únicos
recuerdos de esa noche devastadora era un cicatriz que me atravesaba la espalda
y un tatuaje del conjuro de vinculación que me había hecho mi padre para
mantener a Nhama.
Los
arboles de este bosque son gigantescos, me ayudaban bastante con el
entrenamiento de mi maestro que he tenido desde que tenía cinco años. En un
inicio me las había anotado en un trozo de género que lo llevaba amarrado en el
tobillo. Tenía que cumplir 7 tareas todos los días. 1.- recolectar madera 2.-
Cazar y recolectar mi propio alimento 3.- talar madera con la madera derecha,
izquierda y ambas manos 4.- escalar arboles 5.- Saltar las distancias más altas
y largas posibles 7.- la danza del
tigre, oso, serpiente y dragón. Al
comienzo muchas tareas me complicaban por suerte Nhama hasta que cumplí 14 años
me salvo de muchos errores que hicieron peligrar mi vida.
Cuando me quedaba dormido recordaba muchas veces el arduo entrenamiento,
las visitas de mi maestro, los regalos que me traía Nhama y la comida de
Adriana. Al pasar muchos minutos en mi sueño Nhama siempre me despertaba
estando sentada encima de mí, sus curvas eran sin igual, el destello de su
mirada y el color de sus cabellos daban muestra de ser un ser mágico e
especial, eso siempre nos traía problemas con los caza recompensas y
delincuentes. Lo único que conseguía que
al volver a la aldea me buscara la primera chica que encontraba para calmar mis
pasiones.
Desde que conocí a Catalina estaba feliz de poder acudir a ella, aunque
la fuese a ver toda la semana o la quincena que estaba en el pueblo todas las
noches que pasábamos juntos era distinta, el único inconveniente que Nhama era
algo celosa. Después de varias noches seguidas con Catalina me obligaba a tomar
baños largos en el rio, o me presentaba otras mujeres que venían en las
caravanas de músicos. Muchas veces no comprendía los celos extraños por una
mujer y querer que compartiera con otras.
Al despertar por las mañanas si es que
no estaba Nhama encima de mí, alguna chica a quien prepararle desayuno, buscaba
la manera de perfeccionar mis entrenamientos con la daga regalada por Tom y una
de madera condicionada por mí. Al concretar el entrenamiento matutino le pedía
ayuda a Nhama que me enseñara algo de magia que estaba siendo mi punto más
débil. Con suerte sabia identificar algunas pociones o si alguien quería
controlarme con ilusiones.
Mi
maestro aun no llegaba de sus largos viajes de expedición, tradicionalmente
eran cuatro por año. Las únicas ocupaciones que mantenía además de realizar mis
siete tareas, entrenar, era cumplir con las entregas de empanadas de Adriana.
Era una de las personas que más me gustaba visitar. Si es que llegaba con
anticipación, algunas veces tenía lista muchas empanadas, me dejaba comer una
antes, pero me perdía la ocasión de verla amasar, momento que lamentaba
perdérmelo, pero lo compensaba de gran manera el sabor de las empanadas. Estaba
realmente deliciosa, estaba que me comía otras, pero no tenía dinero para
pagarle en este momento, iba a pedirle a Nhama que fuese a espiar algún
campamento en Noche Eterna para que saquera y conseguir algo de dinero. Muchas
veces me veía tentado, lamentablemente si es que ella iba sola siempre le
entretenía traerme problemas para que los enfrentara, debido a eso evita pedirle
favores.
Se
estaba acercando la temporada de invierno, eran bastante crudos en un nuestro
pueblo, no me agradaba mucho porque el cambio de temporada disminuía las
caravanas de mercaderes, músicos, circenses, los soldados del reino solo aparecían
a buscar los impuestos que se recaudaban una vez al mes. Nhama casi nunca en
invierno podía ayudarme con conocer alguna mujer para que compartiera conmigo.
Era bastante estresante estos meses, Noche Eterna se volvía demasiado peligroso
debido que el invierno no lo alteraba, pasaba ser un nido de varios, guerreros,
delincuentes, criaturas, mercenarios, asesinos, bestias de antaño que buscaban
alimento para abastecer sus bodegas.
En
Invierno dejaba la habitación que alquilaba en la posada, las cosas de valor
las llevaba conmigo, lo que me permitía viajar ligero. Aprovechaba de practicar
en la fragua de Tom, prefería quedarme en la Casa de Adriana para disminuir los
riesgos que podrían ocurrir por las noches. A cambio ella me pedía que le
ayudara con los labores del hogar, me tocaba ir a por leña, buscar agua al rio
y pescar, cazar algunos conejos. Revisar el perímetro, ver que la cerca
estuviera sólida, resistente. En esos casos Nhama revisaba los hechizos que
estaban elaborados meticulosamente por Adriana. Solo en Invierno me acordaba
que por algo ella había podido vivir tranquilamente evitando los riesgos de
delincuentes, bestias y criaturas mágicas. A pesar de su apariencia de una
campesina concentrada en sus labores. Ella era una de las últimas Magas o tal
vez solo la conocía a ella. A la edad de diecisiete años en los periodos de
invierno, pasaba muchas horas en la forja mientras que Nhama observaba el
perímetro del hogar o me traía información de Noche Eterna. Después de entregar
los pedidos de empanadas en la aldea, Adriana comenzó a enseñarme los
conocimientos básicos de la magia. Por las tardes me desconcentraba con
facilidad por el atuendo de mi maestra. En cambio, por las noches se me hacía
todo mucho más sencillo.
El invierno de esta estaba temporada estaba
siendo mucho más largo de lo habitual, la comida del sector agrícola estaba
escaseando, los animales salvajes cada vez se veían menos. Algunos ríos se
congelaban de a poco, aun así desde el bosque de la Eterna Noche se mantenía
intacto gracias al poderoso bioma que mantenía. Eso permitía que llegasen
soldados a buscar los impuestos, algunos contaban terribles historias, que en
algunas intersecciones desaparecía gente, al otro día se encontraban cadáveres
intactos a las horas después solo se encontraban los huesos y al día siguiente
ni siquiera eso. La ley del más fuerte algunos pensaba que se establecía en
este famoso bosque, Mi amigo Olmo siempre me recordaba una frase “el mundo no
es de los vivos, sino de los vivitos” en un comienzo no lo entendía, pero me
explicaba que siempre hay que estar atento con lo que ocurre en tu alrededor,
sino la vida o los demás te manejaran como les plazca. En ese momento asentí
que podía ser buena la frase, no se me olvido nunca después de nuestro
encuentro con los huargos.
Estábamos en una expedición. Mi maestro se encontraba fabricando el
refugio, a mí me toco recolectar maderas junto a Olmo. Siempre competíamos por
todo, quien comía más rápido, quien tenía más fuerza, quien recordaba todos los
mitos contados con el maestro, quien cazaba más comida. La última competencia
se nos fue de las manos, consistía en quien atrapaba el animal más raro durante
la semana. Yo siempre fui demasiado confiado, varias veces que estuve a las
puertas de la muerte, Nhama llegaba en mi auxilio. Olmo y yo después de recoger madera para la
fogata, el maestro nos dejó libre un rato. Decidimos ir a explorar para ver
quien ganaba la competencia, después de horas de explorar en las espesuras del
bosque. Encontramos varios cachorros de huargos que estaban atrapados en jaulas
custodiadas por un Orco que estaba sacándolo filo a su hacha junto a su fogata.
En
ese instante no nos interesaba la competencia nos habíamos unido para dejar
libres a esos cachorros. Nuestro plan
fue bastante sencillo, antes de ejecutarlo nos acercamos a los huargos a una
distancia que no se percatara de nuestra presencia el Orco. Los cachorros nos
olfateaban, observaban de alguna manera sentía nuestra preocupación por ellos.
Son bastante fieros pero con una gran inteligencia. Yo en un principio lanzaba
una piedra en la dirección contraria de donde estaban las jaulas, después me
acercaba a una distancia prudente para seguir distrayéndolo, de esa manera Olmo
se acercaba a las jaulas para liberarlos. Todo iba bien en un comienzo.
Estúpidamente no calcule que el orco iba a ser tan veloz para cogerme de un
brazo. Aun así me sentía satisfecho, todos los huargos habían quedado libres,
en ese entonces no sabía bien como comunicarme con Nhama para que me brindara
su ayuda. La única opción que me quedaba era resistirme voluntariamente por si
lograba zafarme o estar a merced de cualquier decisión que quisiera hacer esta
fea criatura. Cuando avanzaba junto a la fogata, pensé que tal vez me iba a
comer, pero él se dirigía a las jaulas idea que me asustaba más, todos los de
la aldea sabíamos la clase de tortura que hacían los orcos con las mujeres y
niños que encontraban… junte lo que me quedaba de energía para resistirme, le
pegaba todas las patadas, puñetazos que podía.
Una acción que no olvidare nunca, fue cuando Olmo se
arrojó por detrás de su espalda sujetándose a su cuello y con la otra mano
dañándole un ojo. Eso me permitió sacar mi daga que la tenía detrás de mi espalda
y darle varias puñaladas en los costados de su torso. Ayude a Olmo a levantarse
para salir corriendo a toda velocidad, llevábamos un par de metros cuando al
girarme veo que Olmo estaba cojeando, el maligno ogro sabiendo que no nos iba
alcanzar, había ido por su hacha, tomo su tiempo, lanzo el hacha golpeando una
parte de la cadera y haciéndole un tajo descendente profundo en la pierna
izquierda de mi amigo. Lance mil de maldiciones al cielo, culpándome por la
peligrosa herida. Avanzamos una distancia, suponiendo que estábamos fuera de
peligro. Rasgué en varios trazos la tela que usaba para llevar mi daga, para
contener lo mejor posible la herida de Olmo. A duras penas habíamos llegado al
campamento. Nuestro maestro se encontraba sentado en una fogata con unas varas
de madera que tenían ensartado unas aves y conejos.
- Le grite, Maestro! Maestro! Ayuda!! Han herido a Olmo!.
Al
llegar al refugio ya era de noche, ante la luz de la fogata Olmo había perdido
demasiada sangre, se encontraba pálido. El maestro cambio los vendejas, yo fui
por agua, mientras tanto nuestro maestro
se encontraba al lado de él levantándole la pierna mientras le presionaba la
herida.
En el rio se encontraba Nhama que se bañaba a la luz de
la luna. Su silueta mientras dejaba correr el agua a través de ella, siempre
lograba el mismo efecto, me olvidaba donde estaba. Su piel resplandecía, notaba
mucho más fuerte el vínculo que nos unía, la melodía del bosque retumba en mis
oídos expandiéndose en mi cuerpo. Al llegar junto a ella nuestras miradas
abarcan todo el espacio que nos separaba. Ella se sintió algo incomoda, eso me
llamo la atención. Cuando empezó a olerme… me acorde de mis manos, estaban
bañadas en sangre de Olmo. Habiendo perdido la noción del tiempo le dije que se
vistiera, mientras me lavaba las manos y juntaba el agua, de ahí que me
siguiera rápidamente mientras le conté como habíamos llegado a esta situación.
Mi
maestro se encontraba armado con una expresión seria, esperando que cualquier
cosa saltara de las profundidades del bosque. Sin que le contara aun quien
había herido a Olmo o llegado esta situación, él tenía claro por la forma del
golpe y corte que había sido por una hacha de los Orcos. Si no habían sido
ellos, algún otro maleante, o un caza recompensas. Otro temor se veía latente
en su rostro…
- Alwar tengo varias preguntas para ti, Olmo ya ha
perdido mucha sangre, posiblemente no resistirá para el día de mañana.
- ¿Lo han atacado orcos?
– si maestro…
- bueno lo único que podemos hacer por ahora calienta el
agua hasta que hierva le colocaras algo de sal y esperaremos que se enfrié para
lavarle la herida.
Mientras tanto
Nhama se cortó unos cabellos que se los entregó a mi maestro, el de un bolsito
saco sus herramientas.
Estaba algo nervioso por la mirada de mi maestro, al enfriarse el agua
lavo la herida. Con una aguja y cabello de la Nhama la suturo y finalizo con el
vendado. No había tiempo para narrarle lo ocurrido. Me advirtió que cogiera mi
daga, apagara la fogata, despejara toda huella que mostrara nuestra ubicación.
Nhama me pidió ayuda para intentar curar con mi magia a Olmo, pero yo aún no
tenía la más mínima idea como hacerlo.
Buscamos un situó debajo de uno de los grandes árboles para tener algo
más de seguridad por la noche, íbamos de un árbol a otro cuando observamos que
se encontraba mejor Olmo avanzábamos de a poco. Después de recorrer una buena
distancia el maestro nos explicó que nos habíamos alejado un poco del peligro
de las criaturas, bestias, por toda la sangre que había derramado Olmo al
llegar al primer refugio. Aun no debíamos relajarnos, debido que los Orcos tal
vez podrían estar siguiendo nuestro rastro para vengarse de nosotros. Al llegar
al último refugio, al sentarme en el borde de un rama, me percate que me sentía
algo extenuado por la situación estresante que había tenido sumando el camino
que tuve traer cargando a Olmo. Mi maestro me aconsejo que durmiera para
continuar después con la vigilia. Me senté junto a Nhama, ella tenía una
sorprendente audición, si algo se acercara ella iba a ser la primera en saberlo
si es que no antes mi Maestro lo descubriera.
Intentaba conciliar el sueño, a pesar que Nhama siempre podía ayudar a
relajarme, se me estaba siendo difícil. Me concentre lo máximo posible porque
después me tocaba relevar a mi maestro. Antes de dormir el comento que
estábamos bien posicionados, no se les haría fácil si fuese un grupo pequeño.
Después de parpadear un unos minutos, siento que voy caminando junto a Olmo y
Nhama cubría mi espalda. Me parecía bastante extraño, estaba consciente que
Olmo se encontraba herido después de nuestra estúpida maniobra. Había diversas
criaturas al andar, todas nos observaban, unas desconfiaban más que otras.
Algunas se acercaban para olfatearnos, otras no las había visto nunca en toda
mi vida, tampoco me había escuchado algún cuento e historia de ellas. Llegamos
al centro de un lugar lleno de verdor, tenía varios caminos. Olmo se quedaba
esperándome en el centro, mientras Nhama me seguida de cerca. Al llegar a un
gran árbol me siento en una rama que pasaba junto al rio. Comencé a escuchar
unos bufidos, poco a poco cerca de las ramas y del rio aparecieron varios
cachorros huargos. Me observaron detenidamente se fueron acercando de a poco,
solo se detuvieron cuando Nhama se puso algo desconfiada, a pesar de eso les
acerque mi mano. No me la lamieron, me observaron, se sentaron con las cuatro
patas y de ahí me desperté de mi sueño.
En
el bosque de la eterna Noche costaba percibir cuando amanecía, todo se tornaba
más oscuro, al acercarme a la entrada del refugio estuve a punto de darle una
patada al maestro, si es que no me coge la pierna, se encontraba boca abajo,
pareciera que estaba intentando escuchar, me apunto silenciosamente a lo lejos
había unas figuras difusas, que se movían lentamente. Siempre andaba con su
Arco, cada flecha la atesoraba eh iba con una gran cantidad de ellas. Lo
Apodaban Col “el sagaz”, solo lo más cercano con su autorización lo tratábamos
por Nicolás, era un hombre bastante misterioso, nunca sabíamos de qué
consistían sus viajes, solo su dedicación, preocupación por nosotros nos
alejaba de todo el misticismo que irradiaba. Me acomode junto a él, para
apreciar mucho mejor lo que se movía lentamente a lo lejos.
_Alwar probablemente puede ser un cuidador del bosque, la
última ronda que hacen es alrededor de estas horas, hay que evitar que sienta
nuestra presencia, prefieren no ser vistos y no hagan el más mínimo daño en sus
sectores. Te dejare a cargo para dormir algunas horas, cualquier signo de que
se acerque me avisas, espero descansar hasta que amanezca.
Estuve a punto de salir para tener una mejor apreciación de lo que
estaba ocurriendo afuera, Nhama me detuvo del hombro, me miro. Claro tenía
mucha razón, si salía iba a causar nuevamente problemas. Durante la vigilia
acordamos con Nhama que cada uno iba a prestar atención en distintas
direcciones. Como no había mucho que hacer, le contaba el sueño que había
tenido. Como actuamos cada uno y si para ella tenía algún significado. El punto
que me destaco con más énfasis, en donde se entreveía sus celos y estuve a
punto de ponerme a reír, cuando me menciono que tenía que confiar más en ella
antes que la amistad o cuidado de algún Huargo.
Después de varias horas ya no quedaba nada de las figuras
extrañas que caminaban a lo lejos, el bosque de la Eterna Noche se
caracterizaba por permanecer oscuro la mayoría del día. Col se despertó junto
con Olmo que tenía un mejor rostro después de haber descansado un poco. Mi
Maestro fuimos a recorrer los alrededores mientras buscábamos algo de leña y
comida. Nhama se encargó de encender el fuego mientras cuidaba de Olmo. Al
volver al refugio preparamos el desayuno, mientras lo consumíamos, le contamos
cada detalle de lo que nos había ocurrido. Aunque Col se encontraba bastante
molesto por que actuamos rápidamente para salvar a los cachorros, no volver a
informarle, no pedir refuerzos y llegar con Olmo herido con una incierta
persecución de los Orcos que nos hubiera costado la vida a todos. Se sentía un poco más conforme, habíamos
rescatado los cachorros de los huargos. Eso disminuirá en gran medida algunos
de los avances de los Orcos en el territorio de Eterna Noche.
Al
volver a la aldea Col me dejaba a cargo de Adriana, después se dirigió al hogar
de Olmo, dar las disculpas a sus padres. Nunca dejaron ir más a Olmo a nuestras
expediciones, además el entrenamiento de nuestro Maestro era bastante riguroso,
con las secuelas de la pierna de mi amigo no hubiera podido completar el
proceso de las preparaciones diarias, muchos menos las competencias y luchas.
Cada vez que me topaba por las mañanas con los soldados del Reinado que
venían especialmente a recaudar los impuestos, me dedicaba a escucharlos para
estar informado con las leyes o los posibles cambios que se iba haciendo en la
capital. Los sacerdotes estaban a favor de exterminar con toda amenaza mágica
relacionado con brujos, magos, bestias, Orcos, Sombras, o algo que pudiera
alterar la imagen y el poder del Reino. Siempre desconfiaba desde los soldados
y cada miembro que perteneciese al Reinado, todo lo que viniera de allá. Se
llevaban nuestras ganancias, teníamos que rebajarle nuestros productos,
alimentar y proveer a sus ejércitos. Supuestamente estaban combatiendo en el
Norte contra los Orcos verdes y rojos, en el Oriente con algunas Bandas de
Demonios, Licántropos que en sus creencias pensaban que solo eran hombres
infectados por enfermedades. En el
Desolado y frio sur nos encontrábamos nosotros con diversos aldeas que están
alrededor del bosque Eterna noche. Antes de llegar a nosotros tenían que
atravesar los castillos de varios nobles que se asentaban en la zona central
cerca de los cultivos, las minas de oro y hierro. La única gran barrera que a
muchos nobles les desagradaba atravesar incluido Eterna noche, es la flora
hostil bañada continuamente por largos periodos de lluvias o tormentas
eléctricas, solo la fauna que había vivido cientos de miles de años podía vivir
ante las inclemencias de ese clima.
A
la hora de almuerzo me acompañaba Nhama, cuando teníamos paciencia íbamos por
pescados, si la suerte nos acompañaba aprovechamos de asar algo conejo o
ave. Después subíamos a alguno de los
grandes árboles, buscábamos alguna rama curva hacia adentro para la hora de
siesta. Al despertar al lado de Nhama pensaba que sería de Catalina que hacía
semanas que no sabía nada de ella. Mucho menos de Col. Cuando nos retirábamos a
la casa de Adriana aprovechamos de llevarle algunos huevos, especias y algún
que otro conejo para la cena. La producción de empanadas había disminuido
bastante por falta de viajeros. No me quedaba mucho tiempo la forja, practicar
con la daga o partir leña con el hacha debido que Adriana ahora poseía mucho
más tiempo para darme clases de Magia. Nhama estaba advertida que no me podía
ayudarme, era un ser mágico que no sabía mucha teoría solo fluía la magia por
ella, mi nueva Maestra siempre le programaba tareas a Nhama para que potenciara
sus habilidades.
Últimamente me estaban aburriendo tener todos los días clases de magia,
a pesar que mi maestra era bastante atractiva a mis ojos. Nhama tampoco se
quedaba atrás aunque era algo más delgada. Prefería ir a bañarme a los ríos
estuviera o no congelados. Mis avances eran leves o prácticamente nulos. Yo
Alwar descendiente de un linaje de brujos era como un aprendiz más sin talento
alguno. Por mis venas corría más el entrenamiento de cazador que he tenido de
Col a tan corta edad. No era tan bueno como el con el arco, pero el combate
cuerpo a cuerpo con dagas me sentía bastante confiado. A veces por las noches
me sentaba a las fueras de las casas de Adriana en la espera de enfrentar algún
Orco para practicar con mis habilidades.
A
veces los deseos se cumplen cuando uno pide con mucha intensidad, las clases de
magia eran tan frustrantes que solo deseaba medir mis habilidades físicas.
Nuevamente estaba sentado a las afueras, esta vez se acercaba una sombra, algo
más alto que yo, con una espalda desigual que avanzaba lentamente, me escondí en
la espesura del pastizal, salte a su encuentro, el al lanzar su capa me había
paralizado en el aire.
- Me miraba fijamente, tenía una voz ronca, eh! Tu
humano, aprendiz de algo, o tan solo un pequeño muchacho ¿Qué crees que estás
haciendo? ¿Atacar a un viajero en búsqueda de alojamiento a altas horas de la
noche, no te parece descortés de tu parte?
- No sabía que responder en un comienzo, estaba mal lo
que había hecho, me había dejado llevar por mi impulso. Estaba a punto de
disculparme.
Cuando él se quita la túnica que llevaba dejado la capa.
Su caballo era blanco con una piel oscura como la noche. No estaba muy seguro
-. Acaso ¿eres un elfo oscuro?
-No debería responderte por el trato que me has dado…
primero deberías disculparte.
-Si me soltaras podría intentarlo.
- ¿Cómo fiarme de ti? Si me has atacado en plena noche.
- Me llamo Alwar soy hijo de una familia masacrada por
Orcos, cuando sea digno de derrotarlos usare mi apellido que junto a mi nombre
trascenderá en la historia.
- Eehmm con que eres tú…
- Lamentablemente con tus habilidades mágicas no matarías
ni a un niño, quizás solo si usaras tu fuerza. Pero como sabes bien, eso es
solo una parte de nuestro mundo.
-Mi nombre es Kolnazz soy hijo de Ferryl mi madre y
Nicolás tu maestro, he venido con la misión de entregarte esta espada. El no
podrá venir a verte por unos buenos años. Se encuentra en una misión bastante
complicada, tú aun no te podrás unir a él con el nivel que te encuentras.
Estaré encargado de entrenar tus habilidades. Te esperare por las noches en el
bosque Noche Eterna te guste o no. Te dejare en libertad hasta que puedas
vencerme.
Presentarle Kolnazz a Adriana después de haberme derrotado sobre todo en
habilidades mágicas sin poder haber podido ni siquiera haberlo rosado, me hizo
sentirte profundamente mal. Ella como buena anfitriona sabiendo que él era hijo
de Nicolás, preparo un banquete. Hablamos varias horas sobre el entrenamiento
que entre los dos realizarían conmigo. Mi autoestima estaba mermada, solo
asentía ante los planes que ellos tenían. Lo único que aún me mantenía
despierto era la espada obsequiada por Nicolás, me ayuda a mantener la
esperanza que no podía defraudar a mi maestro. Antes que amaneciera Kolnazz
volvía a Noche Eterna por la oscuridad que mantenía. Adriana le envió en unos
paños varios alimentos y de buena gana le ofreció que viniera a buscar alimento
cuando necesitara.
Al
irme a mi habitación, me deje caer como si fuese un tronco, Nhama se quejó que
le había golpeado al caer sobre ella, ni siquiera me había percatado que ella
me estaba esperando sobre mi cama. Le pedí disculpas, me enrolle en la frazada
solo quería dormir. Nhama entendía siempre cuando estaba triste, se apartó de
mi lado, al ponerse de pie junto a mí, solo me observo un momento, apago las
velas de la habitación.
Estaba completamente oscuro, miraba el techo solo me acordaba del sueño
que había tenido debajo del último refugio que había compartido con Olmo.
Intente girarme pero Nhama se había venido acostar a mi lado cuando me había
quedado dormido. Ella sabía molestarme o acompañarme cuando lo necesitaba más.
Volví a mi posición hasta el otro día.
Continuara…
Capitulo II: Mostrando los peones
Las
semanas se me hicieron eternas, al igual que los días. Me obligaban a practicar
magia de la antigua, más poderosa que del linaje de los brujos. Practicaba diversas técnicas de protección,
mejoras de armas con Adriana, Combate mágico con Kolnazz, de vez en cuando me
ayudaba Nhama pero apreciaba más su compañía incondicional. Me sentía
completamente exhausto, todos los días era una tortura constante. Como no me
funcionaba nada, intentaban ejercerlo a la fuerza de la constancia. Hubiera
preferido seguir con mi vida normal, juntando con chicas o Catalina, observando
y comiendo con Adriana, talando árboles, forjando nuevas armas, y salir a pasear
a cazar con Leonora. Ya todo había cambiado con la información traída por
Kolnazz. Se me hacía latente que aún no vengaba la muerte de toda mi familia,
que aún era débil para enfrentarme a alguien. Había que reforzar nuestro
territorio, descongestionar Noche Eterna. Un sinfín de tareas que necesitaban
que evolucionara.
Un
hecho puntual que no se podía pasar de largo, el Reinado no tenía ninguna
consideración con las aldeas. Prometían seguridad la cual se respaldaba por
nuestra propia gente, nos ofrecían nuevos labores para realizar en el Reino por
méritos o habilidades, lo más curioso que solo estaban la gente de los
castillos que estaban a cargo de las minas y los cultivos. Solo éramos parte de
un Todo por el nombre del territorio. Las guerras se sustentaban de nuestro
dinero, bienes, teníamos un miedo constante por las tropas exploradoras de
nuestros enemigos. Teníamos que mostrarnos fuertes ante los bandos neutrales o
aliados. Sino queríamos pasar a ser esclavos, nuestras mujeres violadas e hijos decapitados.
Lo
más cercano a defensores a nuestro favor, prácticamente eran neutrales ante
cualquier ser que compartía con ellos, La flora hostil y Noche Eterna. Siempre pase más tiempo con
Noche Eterna, me daba tranquilidad, fortalecía mis habilidades físicas, como
también me relajaba. Últimamente desde los entrenamientos mágicos, quise huir y
erradicarme en las profundidades en las alturas de un gran árbol. Me pesaba la
idea dejar Adriana, pero sabía que ella con su magia podía apañárselas sola,
Nhama me seguiría por el pacto que teníamos, además que le encantaba hacerle
bromas a los viajeros. Catalina quizás no la volvería a ver, pero Noche Eterna
me presentaría alguna que otra chica. El único que no quería saber nada de Kolnazz a pesar que fuese hijo de mi maestro.
Esa idea afectaba mi orgullo no quería retirarme como un perdedor y que era más
débil que ese aventajado.
La
única solución que había encontrado para disminuir la gran barrera de mis
capacidades ante de los que usan magia, era crear artefactos. En los tiempos
que pasaba en la forja intentaba crear objetos que me protegieran, engarzar
piedras, gemas para atribuirle algún elemento, En Noche Eterna gracias a todas
las horas que he tenido tallando maderas, creaba varias objetos que a pesar de
mi gran critica no se encontraría fácilmente en el Reino. Además estuve
estudiando el grabado en mi piel que formaba el pacto con Nhama, ella me ayudo bastante para entender más su
funcionamiento. Varios meses seguí con la misma rutina en mis tiempos libres,
mientras que Kolnazz barría el polvo conmigo en nuestros enfrentamientos y
Adriana dejaba de prepararme comida deliciosa por mi precario avance.
El
invierno seguía manteniendo sus estragos a las fueras de Noche Eterna por todas
las aldeas colindantes. Algunas se veían atacadas por avanzadas de bandas de
demonios y licántropos. El Reinado solo estaba concentrando sus fuerzas En los
Orcos del norte. Los caballeros y nobles del castillo solo mantenían sus tropas
en el perímetro de sus territorio. Algunos exploradores en la flora hostil. Los únicos enviados del
Reinado y nobles son los recaudadores de impuestos.
El conflicto
Humanos con Orcos llevaba miles de años. Los enanos, elfos, demonios, magos,
ángeles, todos se habían cansado de batallas sin vencedor aparente. Cuando los
humanos estuvieron a punto de vencer por el tratado de humanos con enanos por
los recursos de las minas. En ese momento
los demonios se vincularon a los Orcos verdes, eso dio origen a los
Orcos Rojos que dio origen a varias aldeas que se establecieron cerca de los
verdes. Su expansión atentaba contra los
primeros reinados humanos y el continente.
Eran una fuerza asombrosa, los elfos se mantenían lejanos a los conflictos.
Algunos interferían para cuidar algunos bosques que iban arrasando los Orcos,
los elfos oscuros prestaban sus servicios por algún pago a cambio al igual que
los mercenarios, piratas, barbaros, magos. Esa era una de las tantas historias
e informaciones que me daba mi maestro.
Según Adriana el origen de los
disturbios comenzó cuando los humanos perturbaron las tumbas de los dragones
originarios de la vida, custodiadas por los gigantes elementales. Los hermanos
Neku- Kona era los forjadores de las estrellas y todas las armas
legendarias, las tumbas de los dragones
estuvieron custodiados por algunos ettin en las colinas, wendigos en bosques
cercanos a los lagos. Para los humanos todo estaba rodeado por grandes
seres, después de varios años supieron
que tenían que robar los esqueletos de los dragones para la fabricación de
armas y hechizos, fue el único método
para derrotar a los gigantes y establecer sus dominios. De sus tantas exploraciones se toparon con
unos trol y orcos que estaban maltratando a un grupo de enanos. De ahí se inició los siglos de
enfrentamientos entre humanos y orcos según Adriana cuando me preparaba la
cesta para ir a vender las empanadas.
Cuando me recordaba de ambas historias ninguna me parecía muy bien
fundamentada. En cambio en unos apuntes entregado por Nicolás de mis padres.
Narraban que el conflicto de humanos, orcos con las demás razas fue. Que desde el inicio de la creación Dios los
creo a todos con distintos polvos mezclados con diferentes elementos del mundo
sumado sus variantes emociones. Los
Originarios de distintas razas algunos pudieron resistir las energías de las
primeras frutas de Orden y caos. Algunos fueron cuerdos, otros con sed de
sangre, de ahí comenzó la lucha por la sobrevivencia.
Me
había despertado bien temprano junto a Nhama, siempre lucia hermosa, durmiera,
despertara, en combate era un ser sin igual. Aunque mis resultados mágicos no
eran muy notorios. Mis entrenamientos,
habilidades físicas no se podían menospreciar, claro que solo los magos que me
rodeaban me subestimaban. Esta vez Adriana tuvo una nueva idea, que mis
entrenamientos fuesen junto a Nhama. Siendo honesto tampoco obtuve muchos
logros, Kolnazz seguia ganando por la
distancia que había entre los dos, ni siquiera a la carrera podía efectuar
algún ataque antes que usara su magia en mí.
Debido a los grupos de licántropos que rondaban por noche eterna,
kolnazz tuvo que centrarse en fortificar e ocultar lo más posible su localidad. Eso me dejo descansar
varias semanas de su entrenamiento. Me sentía muy contento, tuve más tiempo
para incorporar conocimientos mágicos en la forja de mis nuevos objetos. Mis
favoritos son las dagas con broches engarzadas, con runas supervisadas por
Adriana, de paso también le confeccionada algunos artefactos, pequeñas
armaduras a Nhama. El cinturón, más los cueros los dejaba reforzados aumentando
su durabilidad. Con la ayuda de Adriana y Nhama ponía a prueba todo lo que
creaba, lo que estaba mejor logrado lo tenía que probar en Noche Eterna con las
bestias que deambulaban en él.
Por las noches se
escuchan aullidos, variaban de vez en cuando según la posición de la luna en el
firmamento. Tenía que ir sigilosamente, ya no deja la brecha de la
desconfianza, lo había aprendido varias veces con muchos tropiezos, que la
confianza siempre me trae malos recuerdos. Entre mis pertenecías, llevaba bien
oculto bajo unos pequeños bolsillos, algunas punta de flecha de plata y hierro. Por si me quedaba desarmado o
tenía tiempo de fabricar algún arco en la espesura del bosque sí que llegara a
quedarme abandonado. A veces me
sonaba poco probable, Nhama últimamente
no me dejaba ir solo para ningún lado, hasta me bañaba bajo su resguardo, la
única posibilidad de estar completamente solo cuando iba a mis necesidades
personales. Ella también quería evitar
que pudiera peligrar mi vida por malas decisiones tomadas a corto plazo. Eso
había fortalecido mucho más nuestra cercanía, habilidades de combates, caza
hasta las bromas doble sentido que le hacíamos a Adriana o a todo comerciante,
mercader que nos encontrábamos en Noche Eterna. Por las mañanas después de
acabar las labores e entrenamientos, Cogía un gran bolso y lo llenaba de
empanadas, trozos de queque, algo de agua miel, sidra, pequeñas hachas, dagas,
algunos objetos tallados por mí, cuencos de madera, a veces variaba, pero
mantenía un bolso bien surtido de cosas para comerciar cuando estaba en Noche
Eterna con Nhama. Ella se adelantaba a
explorar que no hubiese peligro alrededor de los campamentos de mercaderes,
circenses, músicos, recaudadores de impuestos. Volvía me daba la señal y
llevaba el bolso para intercambiar lo necesario. Solo dependiendo del aroma que
expelían los recaudadores y la apreciación de Nhama nos acercábamos a ellos.
Una de las noches que se encontraba nublado Nolkazz vino
a visitarnos para entregarnos información que los patrullajes por la noche
estaban siendo más seguido, además en los grupos se habían incluido algunos
demonios, no estaba seguro si era magos o criaturas de expedición. Pero tanto el como nosotros teníamos que mantener
precaución con revelar nuestra posición. Las aldeas se encuentran bastante
desvalidas sin la protección del reinado que solo viene a recaudar los
impuestos.
Cada vez me sentía más aprisionado, tanto control,
cuidados que mantener en tu propia aldea, hogar. Esto estaba mal, quería hacer
algo, pero antes tenía que poder
resistir en los enfrentamientos de kolnazz , logrando ese objetivo.
Elaborare una pequeña resistencia, claro que en un comienzo secreta por los
pocos miembros que podamos ser al comienzo. Nos apodaría “Dagas silenciosas”,
solo al imaginarme pasar esa idea por mi cabeza, me entusiasmaba de gran
manera. Cuando mostrara más progresos se
lo iba a contar a Adriana, mientras tanto lo mantenía en secreto para que me
siguiera enseñando.
Mientras que Adriana amasaba, elaboraba las empanadas,
ordenaba cada sector de la vivienda, yo manipulaba por varios minutos una
concentración de energía, tenía que aprender a soportar varios minutos,
utilizarla como una especie de defensa de elementos físicos, las variaciones
mantención de oxígeno en especias acuosas, temperatura frio o calor dependiendo
del clima que me rodee. La gran mayoría de todo lo que realizaba en ese sentido
era un completo fracaso. El logro más llamativo era que tenía una conciencia de
que existía magia y podía mantener el flujo constante con Nhama.
La noche era de unos los momentos que me relajaba,
olvidaba el pasado, las problemáticas de los licántropos, los demonios que iban
incorporándose a los grupos de exploradores, mis nulos avances mágicos, me sentía cansado y estresado. Al dormir todo
se volvía silencio, tenía dulces sueños con la comida de Adriana, la
incondicional compañía de Nhama.
Pensaba que antes de despertar por las mañanas o en algún momento de mis
sueños, se estaba haciendo reiterativo el encuentro de los huargos que se
sentaban frente a mí esperando que hiciese algo. Volví a conciliar el sueño
después que me caí de la cama para ir al baño. Sentía algunos aullidos que los
atribuí a los licántropos, pero en esta ocasión era de mañana… Adriana aún no
se había levantado a las labores diarias. Aproveche el silencio de madrugada y
que Nhama estaba en un sueño profundo.
Me cambie de ropa, llevaba mis dagas. Al abrir la puerta de nuestro hogar
todo estaba igual, salvo a lo lejos en
puerta de madera para ingresar al jardín, había unos cachorros de huargos,
esperándome ahí, que hiciese algo.
Continuara…
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