domingo, 1 de febrero de 2015

Alwar el Pícaro



Forjado

Capítulo I: Cerca de Noche Eterna.


                Siempre por las mañanas me tomaba un buen desayuno, nunca estaba seguro si la siguiente comida la llegaría a soñar o dar una cucharada, pase mucho tiempo pensando en mi ex novia desde que me dejo. Ese mismo adherente lograba transformar mi te a más dulce o agrio, dependía según la chica que despertaba conmigo junto en la mañana, algunas al verlas durmiendo plácidamente con las leves luces que entraban por la ventana, me contribuían a sentirme mejor, otras veces que había tomado una decisión muy apresurada. Aún quedaba agua caliente en el tetera, le prepare el desayuno a Catalina que la conocí hace un par de meses atrás cuando coincidimos en la compra de un libro, en una aldea lejana donde solo se vendían libros de segunda mano, algo difícil de encontrar en otros lugares. Siempre pensé que mostraba demasiada tranquilidad en su forma de ser, en esta ocasión mi te tiene un gusto mucho más dulce. Catalina siempre era creativa en sus momentos de intimidad. Ella comenzaba en alguna posada amplia con poca gente con sus insinuaciones. Con sus lentes, coleta, chaleco tejido a mano y su falda cuadrilles nadie se le pasaría por la mente, como ella era tan hábil de emplear agua o las gotas de las velas que me dejaban distintas obras de arte por la mañana. Le prepare un café con tostadas, un durazno trozado junto a nota que dejara cerrada la habitación, necesitaba caminar unos minutos por la mañana.       

                Me gustaba dar un paseo matutino, siempre observaba la naturaleza para sacar ideas en el nuevo colgante que iba a fabricar, tenía que memorizar bastante para acordarme lo que iba  plasmar de lo observado, era un proceso distinto dado que mi cabeza siempre cambiaba la forma en que representaba lo que plasmaba a continuación. Hace tiempo que no usaba mi capa, esta vez al ondearla con la brisa matutina me entusiasmaba por acomodarme en algún árbol a relajarme bajo su alero.
 Siempre cuando tomaba esa decisión al llegar a casa de Adriana me recibía con cara de pocos amigos.  Se destacaba por ser demasiado puntual a cambio siempre me sorprendía con un trozo de queque con un jarro de leche con unos dulces pequeños de chocolate. Podría decir que ella fue una de mis primeras maestras, en un comienzo me explicaba que tenía que ser astuto, no confiarme tanto de las demás mujeres, evitar caer tanto antes sus atributos. Ella siempre me ponía a prueba con la contundencia de su delantera que hacia juego con sus rizos negros que ondeaban haciéndoles masajes por su cuello. Era mucho mayor que yo, su mirada penetrante, decidida, otras veces juguetona colaboraba a que tuviera agradables sueños que deseaba no despertar. Adriana había enviudado a corta edad, su esposo era amigo de mi maestro.
 Tom era un herrero sin igual, muchos guerreros, magos, mercenarios deseaban tener algunas de sus tantas piezas. Durante mi periodo de aprendiz me había regalado una daga bastante sencilla, que se destacaba por su buena toma, durabilidad y por sobre todo un filo de azul acerado que hasta el día de hoy me da seguridad atada al cinto detrás de mi espalda. Mientras saboreaba los chocolates que me estaban quedando, me gustaba observar a Adriana cuando amasaba, siempre era coqueta, pero manteniendo un tesón de hierro que ella solo será la única y ultima mujer de Tom. Cuando ella acaba con sus labores en la cocina yo esperaba un buen par de minutos para llevarme las empanadas.

                La mayoría de los días que tenía que ir buscar los pedidos, eso me ayudaba a mantener la promesa que hice ante la tumba de Tom, que mientras estuviera cerca velaría por la seguridad y vida de Adriana. Cuando podía me iba comiendo una empanada o un trozo de queque. Cualquiera pensaría que iba a engordar de un día para otro. A veces también deseaba eso, comer y dormir en los días frescos de verano o gélidos de invierno.
 Las largas distancias era una especie de entrenamiento. Mi fiel acompañante para mantenerme conectado a ella me pedía un poco de energía a cambio, Nhama era bastante traviesa, le daba por seducir a los demás hombres que se topaba en las vías de comercio del bosque Noche Eterna que estaba constituido por arboles Secuoyas. Cuando ingresaba en las profundidades podría practicar libremente mis habilidades. Según lo que contaba mi maestro yo descendía de un linaje de brujos que había sido atacado brutalmente por una tribu de Orcos, que iban detrás de uno delincuentes que los había engañado y robado varias hachas que tenían en su campamento. No podía recordar lo que había ocurrido, los únicos recuerdos de esa noche devastadora era un cicatriz que me atravesaba la espalda y un tatuaje del conjuro de vinculación que me había hecho mi padre para mantener a Nhama.

                Los arboles de este bosque son gigantescos, me ayudaban bastante con el entrenamiento de mi maestro que he tenido desde que tenía cinco años. En un inicio me las había anotado en un trozo de género que lo llevaba amarrado en el tobillo. Tenía que cumplir 7 tareas todos los días. 1.- recolectar madera 2.- Cazar y recolectar mi propio alimento 3.- talar madera con la madera derecha, izquierda y ambas manos 4.- escalar arboles 5.- Saltar las distancias más altas y largas posibles  7.- la danza del tigre,  oso, serpiente y dragón. Al comienzo muchas tareas me complicaban por suerte Nhama hasta que cumplí 14 años me salvo de muchos errores que hicieron peligrar mi vida.

                Cuando me quedaba dormido recordaba muchas veces el arduo entrenamiento, las visitas de mi maestro, los regalos que me traía Nhama y la comida de Adriana. Al pasar muchos minutos en mi sueño Nhama siempre me despertaba estando sentada encima de mí, sus curvas eran sin igual, el destello de su mirada y el color de sus cabellos daban muestra de ser un ser mágico e especial, eso siempre nos traía problemas con los caza recompensas y delincuentes.  Lo único que conseguía que al volver a la aldea me buscara la primera chica que encontraba para calmar mis pasiones.

                Desde que conocí a Catalina estaba feliz de poder acudir a ella, aunque la fuese a ver toda la semana o la quincena que estaba en el pueblo todas las noches que pasábamos juntos era distinta, el único inconveniente que Nhama era algo celosa. Después de varias noches seguidas con Catalina me obligaba a tomar baños largos en el rio, o me presentaba otras mujeres que venían en las caravanas de músicos. Muchas veces no comprendía los celos extraños por una mujer y querer que compartiera con otras.   
             Al despertar por las mañanas si es que no estaba Nhama encima de mí, alguna chica a quien prepararle desayuno, buscaba la manera de perfeccionar mis entrenamientos con la daga regalada por Tom y una de madera condicionada por mí. Al concretar el entrenamiento matutino le pedía ayuda a Nhama que me enseñara algo de magia que estaba siendo mi punto más débil. Con suerte sabia identificar algunas pociones o si alguien quería controlarme con ilusiones.

                Mi maestro aun no llegaba de sus largos viajes de expedición, tradicionalmente eran cuatro por año. Las únicas ocupaciones que mantenía además de realizar mis siete tareas, entrenar, era cumplir con las entregas de empanadas de Adriana. Era una de las personas que más me gustaba visitar. Si es que llegaba con anticipación, algunas veces tenía lista muchas empanadas, me dejaba comer una antes, pero me perdía la ocasión de verla amasar, momento que lamentaba perdérmelo, pero lo compensaba de gran manera el sabor de las empanadas. Estaba realmente deliciosa, estaba que me comía otras, pero no tenía dinero para pagarle en este momento, iba a pedirle a Nhama que fuese a espiar algún campamento en Noche Eterna para que saquera y conseguir algo de dinero. Muchas veces me veía tentado, lamentablemente si es que ella iba sola siempre le entretenía traerme problemas para que los enfrentara, debido a eso evita pedirle favores.

                Se estaba acercando la temporada de invierno, eran bastante crudos en un nuestro pueblo, no me agradaba mucho porque el cambio de temporada disminuía las caravanas de mercaderes, músicos, circenses, los soldados del reino solo aparecían a buscar los impuestos que se recaudaban una vez al mes. Nhama casi nunca en invierno podía ayudarme con conocer alguna mujer para que compartiera conmigo. Era bastante estresante estos meses, Noche Eterna se volvía demasiado peligroso debido que el invierno no lo alteraba, pasaba ser un nido de varios, guerreros, delincuentes, criaturas, mercenarios, asesinos, bestias de antaño que buscaban alimento para abastecer sus bodegas.

                 En Invierno dejaba la habitación que alquilaba en la posada, las cosas de valor las llevaba conmigo, lo que me permitía viajar ligero. Aprovechaba de practicar en la fragua de Tom, prefería quedarme en la Casa de Adriana para disminuir los riesgos que podrían ocurrir por las noches. A cambio ella me pedía que le ayudara con los labores del hogar, me tocaba ir a por leña, buscar agua al rio y pescar, cazar algunos conejos. Revisar el perímetro, ver que la cerca estuviera sólida, resistente. En esos casos Nhama revisaba los hechizos que estaban elaborados meticulosamente por Adriana. Solo en Invierno me acordaba que por algo ella había podido vivir tranquilamente evitando los riesgos de delincuentes, bestias y criaturas mágicas. A pesar de su apariencia de una campesina concentrada en sus labores. Ella era una de las últimas Magas o tal vez solo la conocía a ella. A la edad de diecisiete años en los periodos de invierno, pasaba muchas horas en la forja mientras que Nhama observaba el perímetro del hogar o me traía información de Noche Eterna. Después de entregar los pedidos de empanadas en la aldea, Adriana comenzó a enseñarme los conocimientos básicos de la magia. Por las tardes me desconcentraba con facilidad por el atuendo de mi maestra. En cambio, por las noches se me hacía todo mucho más sencillo.

                El invierno de esta estaba temporada estaba siendo mucho más largo de lo habitual, la comida del sector agrícola estaba escaseando, los animales salvajes cada vez se veían menos. Algunos ríos se congelaban de a poco, aun así desde el bosque de la Eterna Noche se mantenía intacto gracias al poderoso bioma que mantenía. Eso permitía que llegasen soldados a buscar los impuestos, algunos contaban terribles historias, que en algunas intersecciones desaparecía gente, al otro día se encontraban cadáveres intactos a las horas después solo se encontraban los huesos y al día siguiente ni siquiera eso. La ley del más fuerte algunos pensaba que se establecía en este famoso bosque, Mi amigo Olmo siempre me recordaba una frase “el mundo no es de los vivos, sino de los vivitos” en un comienzo no lo entendía, pero me explicaba que siempre hay que estar atento con lo que ocurre en tu alrededor, sino la vida o los demás te manejaran como les plazca. En ese momento asentí que podía ser buena la frase, no se me olvido nunca después de nuestro encuentro con los huargos.

                Estábamos en una expedición. Mi maestro se encontraba fabricando el refugio, a mí me toco recolectar maderas junto a Olmo. Siempre competíamos por todo, quien comía más rápido, quien tenía más fuerza, quien recordaba todos los mitos contados con el maestro, quien cazaba más comida. La última competencia se nos fue de las manos, consistía en quien atrapaba el animal más raro durante la semana. Yo siempre fui demasiado confiado, varias veces que estuve a las puertas de la muerte, Nhama llegaba en mi auxilio. Olmo  y yo después de recoger madera para la fogata, el maestro nos dejó libre un rato. Decidimos ir a explorar para ver quien ganaba la competencia, después de horas de explorar en las espesuras del bosque. Encontramos varios cachorros de huargos que estaban atrapados en jaulas custodiadas por un Orco que estaba sacándolo filo a su hacha junto a su fogata.

                En ese instante no nos interesaba la competencia nos habíamos unido para dejar libres a esos cachorros.  Nuestro plan fue bastante sencillo, antes de ejecutarlo nos acercamos a los huargos a una distancia que no se percatara de nuestra presencia el Orco. Los cachorros nos olfateaban, observaban de alguna manera sentía nuestra preocupación por ellos. Son bastante fieros pero con una gran inteligencia. Yo en un principio lanzaba una piedra en la dirección contraria de donde estaban las jaulas, después me acercaba a una distancia prudente para seguir distrayéndolo, de esa manera Olmo se acercaba a las jaulas para liberarlos. Todo iba bien en un comienzo. Estúpidamente no calcule que el orco iba a ser tan veloz para cogerme de un brazo. Aun así me sentía satisfecho, todos los huargos habían quedado libres, en ese entonces no sabía bien como comunicarme con Nhama para que me brindara su ayuda. La única opción que me quedaba era resistirme voluntariamente por si lograba zafarme o estar a merced de cualquier decisión que quisiera hacer esta fea criatura. Cuando avanzaba junto a la fogata, pensé que tal vez me iba a comer, pero él se dirigía a las jaulas idea que me asustaba más, todos los de la aldea sabíamos la clase de tortura que hacían los orcos con las mujeres y niños que encontraban… junte lo que me quedaba de energía para resistirme, le pegaba todas las patadas, puñetazos que podía.
Una acción que no olvidare nunca, fue cuando Olmo se arrojó por detrás de su espalda sujetándose a su cuello y con la otra mano dañándole un ojo. Eso me permitió sacar mi daga que la tenía detrás de mi espalda y darle varias puñaladas en los costados de su torso. Ayude a Olmo a levantarse para salir corriendo a toda velocidad, llevábamos un par de metros cuando al girarme veo que Olmo estaba cojeando, el maligno ogro sabiendo que no nos iba alcanzar, había ido por su hacha, tomo su tiempo, lanzo el hacha golpeando una parte de la cadera y haciéndole un tajo descendente profundo en la pierna izquierda de mi amigo. Lance mil de maldiciones al cielo, culpándome por la peligrosa herida. Avanzamos una distancia, suponiendo que estábamos fuera de peligro. Rasgué en varios trazos la tela que usaba para llevar mi daga, para contener lo mejor posible la herida de Olmo. A duras penas habíamos llegado al campamento. Nuestro maestro se encontraba sentado en una fogata con unas varas de madera que tenían ensartado unas aves y conejos.
- Le grite, Maestro! Maestro! Ayuda!! Han herido a Olmo!.

                Al llegar al refugio ya era de noche, ante la luz de la fogata Olmo había perdido demasiada sangre, se encontraba pálido. El maestro cambio los vendejas, yo fui por agua, mientras tanto  nuestro maestro se encontraba al lado de él levantándole la pierna mientras le presionaba la herida.

En el rio se encontraba Nhama que se bañaba a la luz de la luna. Su silueta mientras dejaba correr el agua a través de ella, siempre lograba el mismo efecto, me olvidaba donde estaba. Su piel resplandecía, notaba mucho más fuerte el vínculo que nos unía, la melodía del bosque retumba en mis oídos expandiéndose en mi cuerpo. Al llegar junto a ella nuestras miradas abarcan todo el espacio que nos separaba. Ella se sintió algo incomoda, eso me llamo la atención. Cuando empezó a olerme… me acorde de mis manos, estaban bañadas en sangre de Olmo. Habiendo perdido la noción del tiempo le dije que se vistiera, mientras me lavaba las manos y juntaba el agua, de ahí que me siguiera rápidamente mientras le conté como habíamos llegado a esta situación.

                Mi maestro se encontraba armado con una expresión seria, esperando que cualquier cosa saltara de las profundidades del bosque. Sin que le contara aun quien había herido a Olmo o llegado esta situación, él tenía claro por la forma del golpe y corte que había sido por una hacha de los Orcos. Si no habían sido ellos, algún otro maleante, o un caza recompensas. Otro temor se veía latente en su rostro…
- Alwar tengo varias preguntas para ti, Olmo ya ha perdido mucha sangre, posiblemente no resistirá para el día de mañana.
- ¿Lo han atacado orcos?
 – si maestro…
- bueno lo único que podemos hacer por ahora calienta el agua hasta que hierva le colocaras algo de sal y esperaremos que se enfrié para lavarle la herida.
 Mientras tanto Nhama se cortó unos cabellos que se los entregó a mi maestro, el de un bolsito saco sus herramientas.                              

                 Estaba algo nervioso por la mirada de mi maestro, al enfriarse el agua lavo la herida. Con una aguja y cabello de la Nhama la suturo y finalizo con el vendado. No había tiempo para narrarle lo ocurrido. Me advirtió que cogiera mi daga, apagara la fogata, despejara toda huella que mostrara nuestra ubicación. Nhama me pidió ayuda para intentar curar con mi magia a Olmo, pero yo aún no tenía la más mínima idea como hacerlo.

                Buscamos un situó debajo de uno de los grandes árboles para tener algo más de seguridad por la noche, íbamos de un árbol a otro cuando observamos que se encontraba mejor Olmo avanzábamos de a poco. Después de recorrer una buena distancia el maestro nos explicó que nos habíamos alejado un poco del peligro de las criaturas, bestias, por toda la sangre que había derramado Olmo al llegar al primer refugio. Aun no debíamos relajarnos, debido que los Orcos tal vez podrían estar siguiendo nuestro rastro para vengarse de nosotros. Al llegar al último refugio, al sentarme en el borde de un rama, me percate que me sentía algo extenuado por la situación estresante que había tenido sumando el camino que tuve traer cargando a Olmo. Mi maestro me aconsejo que durmiera para continuar después con la vigilia. Me senté junto a Nhama, ella tenía una sorprendente audición, si algo se acercara ella iba a ser la primera en saberlo si es que no antes mi Maestro lo descubriera.

                Intentaba conciliar el sueño, a pesar que Nhama siempre podía ayudar a relajarme, se me estaba siendo difícil. Me concentre lo máximo posible porque después me tocaba relevar a mi maestro. Antes de dormir el comento que estábamos bien posicionados, no se les haría fácil si fuese un grupo pequeño. Después de parpadear un unos minutos, siento que voy caminando junto a Olmo y Nhama cubría mi espalda. Me parecía bastante extraño, estaba consciente que Olmo se encontraba herido después de nuestra estúpida maniobra. Había diversas criaturas al andar, todas nos observaban, unas desconfiaban más que otras. Algunas se acercaban para olfatearnos, otras no las había visto nunca en toda mi vida, tampoco me había escuchado algún cuento e historia de ellas. Llegamos al centro de un lugar lleno de verdor, tenía varios caminos. Olmo se quedaba esperándome en el centro, mientras Nhama me seguida de cerca. Al llegar a un gran árbol me siento en una rama que pasaba junto al rio. Comencé a escuchar unos bufidos, poco a poco cerca de las ramas y del rio aparecieron varios cachorros huargos. Me observaron detenidamente se fueron acercando de a poco, solo se detuvieron cuando Nhama se puso algo desconfiada, a pesar de eso les acerque mi mano. No me la lamieron, me observaron, se sentaron con las cuatro patas y de ahí me desperté de mi sueño.

                En el bosque de la eterna Noche costaba percibir cuando amanecía, todo se tornaba más oscuro, al acercarme a la entrada del refugio estuve a punto de darle una patada al maestro, si es que no me coge la pierna, se encontraba boca abajo, pareciera que estaba intentando escuchar, me apunto silenciosamente a lo lejos había unas figuras difusas, que se movían lentamente. Siempre andaba con su Arco, cada flecha la atesoraba eh iba con una gran cantidad de ellas. Lo Apodaban Col “el sagaz”, solo lo más cercano con su autorización lo tratábamos por Nicolás, era un hombre bastante misterioso, nunca sabíamos de qué consistían sus viajes, solo su dedicación, preocupación por nosotros nos alejaba de todo el misticismo que irradiaba. Me acomode junto a él, para apreciar mucho mejor lo que se movía lentamente a lo lejos.
_Alwar probablemente puede ser un cuidador del bosque, la última ronda que hacen es alrededor de estas horas, hay que evitar que sienta nuestra presencia, prefieren no ser vistos y no hagan el más mínimo daño en sus sectores. Te dejare a cargo para dormir algunas horas, cualquier signo de que se acerque me avisas, espero descansar hasta que amanezca.               

                Estuve a punto de salir para tener una mejor apreciación de lo que estaba ocurriendo afuera, Nhama me detuvo del hombro, me miro. Claro tenía mucha razón, si salía iba a causar nuevamente problemas. Durante la vigilia acordamos con Nhama que cada uno iba a prestar atención en distintas direcciones. Como no había mucho que hacer, le contaba el sueño que había tenido. Como actuamos cada uno y si para ella tenía algún significado. El punto que me destaco con más énfasis, en donde se entreveía sus celos y estuve a punto de ponerme a reír, cuando me menciono que tenía que confiar más en ella antes que la amistad o cuidado de algún Huargo.

Después de varias horas ya no quedaba nada de las figuras extrañas que caminaban a lo lejos, el bosque de la Eterna Noche se caracterizaba por permanecer oscuro la mayoría del día. Col se despertó junto con Olmo que tenía un mejor rostro después de haber descansado un poco. Mi Maestro fuimos a recorrer los alrededores mientras buscábamos algo de leña y comida. Nhama se encargó de encender el fuego mientras cuidaba de Olmo. Al volver al refugio preparamos el desayuno, mientras lo consumíamos, le contamos cada detalle de lo que nos había ocurrido. Aunque Col se encontraba bastante molesto por que actuamos rápidamente para salvar a los cachorros, no volver a informarle, no pedir refuerzos y llegar con Olmo herido con una incierta persecución de los Orcos que nos hubiera costado la vida a todos.  Se sentía un poco más conforme, habíamos rescatado los cachorros de los huargos. Eso disminuirá en gran medida algunos de los avances de los Orcos en el territorio de Eterna Noche.

                Al volver a la aldea Col me dejaba a cargo de Adriana, después se dirigió al hogar de Olmo, dar las disculpas a sus padres. Nunca dejaron ir más a Olmo a nuestras expediciones, además el entrenamiento de nuestro Maestro era bastante riguroso, con las secuelas de la pierna de mi amigo no hubiera podido completar el proceso de las preparaciones diarias, muchos menos las competencias y luchas.

                Cada vez que me topaba por las mañanas con los soldados del Reinado que venían especialmente a recaudar los impuestos, me dedicaba a escucharlos para estar informado con las leyes o los posibles cambios que se iba haciendo en la capital. Los sacerdotes estaban a favor de exterminar con toda amenaza mágica relacionado con brujos, magos, bestias, Orcos, Sombras, o algo que pudiera alterar la imagen y el poder del Reino. Siempre desconfiaba desde los soldados y cada miembro que perteneciese al Reinado, todo lo que viniera de allá. Se llevaban nuestras ganancias, teníamos que rebajarle nuestros productos, alimentar y proveer a sus ejércitos. Supuestamente estaban combatiendo en el Norte contra los Orcos verdes y rojos, en el Oriente con algunas Bandas de Demonios, Licántropos que en sus creencias pensaban que solo eran hombres infectados por enfermedades.  En el Desolado y frio sur nos encontrábamos nosotros con diversos aldeas que están alrededor del bosque Eterna noche. Antes de llegar a nosotros tenían que atravesar los castillos de varios nobles que se asentaban en la zona central cerca de los cultivos, las minas de oro y hierro. La única gran barrera que a muchos nobles les desagradaba atravesar incluido Eterna noche, es la flora hostil bañada continuamente por largos periodos de lluvias o tormentas eléctricas, solo la fauna que había vivido cientos de miles de años podía vivir ante las inclemencias de ese clima.

                A la hora de almuerzo me acompañaba Nhama, cuando teníamos paciencia íbamos por pescados, si la suerte nos acompañaba aprovechamos de asar algo conejo o ave.  Después subíamos a alguno de los grandes árboles, buscábamos alguna rama curva hacia adentro para la hora de siesta. Al despertar al lado de Nhama pensaba que sería de Catalina que hacía semanas que no sabía nada de ella. Mucho menos de Col. Cuando nos retirábamos a la casa de Adriana aprovechamos de llevarle algunos huevos, especias y algún que otro conejo para la cena. La producción de empanadas había disminuido bastante por falta de viajeros. No me quedaba mucho tiempo la forja, practicar con la daga o partir leña con el hacha debido que Adriana ahora poseía mucho más tiempo para darme clases de Magia. Nhama estaba advertida que no me podía ayudarme, era un ser mágico que no sabía mucha teoría solo fluía la magia por ella, mi nueva Maestra siempre le programaba tareas a Nhama para que potenciara sus habilidades.

                Últimamente me estaban aburriendo tener todos los días clases de magia, a pesar que mi maestra era bastante atractiva a mis ojos. Nhama tampoco se quedaba atrás aunque era algo más delgada. Prefería ir a bañarme a los ríos estuviera o no congelados. Mis avances eran leves o prácticamente nulos. Yo Alwar descendiente de un linaje de brujos era como un aprendiz más sin talento alguno. Por mis venas corría más el entrenamiento de cazador que he tenido de Col a tan corta edad. No era tan bueno como el con el arco, pero el combate cuerpo a cuerpo con dagas me sentía bastante confiado. A veces por las noches me sentaba a las fueras de las casas de Adriana en la espera de enfrentar algún Orco para practicar con mis habilidades.

                A veces los deseos se cumplen cuando uno pide con mucha intensidad, las clases de magia eran tan frustrantes que solo deseaba medir mis habilidades físicas. Nuevamente estaba sentado a las afueras, esta vez se acercaba una sombra, algo más alto que yo, con una espalda desigual que avanzaba lentamente, me escondí en la espesura del pastizal, salte a su encuentro, el al lanzar su capa me había paralizado en el aire.
- Me miraba fijamente, tenía una voz ronca, eh! Tu humano, aprendiz de algo, o tan solo un pequeño muchacho ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Atacar a un viajero en búsqueda de alojamiento a altas horas de la noche, no te parece descortés de tu parte?
- No sabía que responder en un comienzo, estaba mal lo que había hecho, me había dejado llevar por mi impulso. Estaba a punto de disculparme.
Cuando él se quita la túnica que llevaba dejado la capa. Su caballo era blanco con una piel oscura como la noche. No estaba muy seguro
-. Acaso ¿eres un elfo oscuro?
-No debería responderte por el trato que me has dado… primero deberías disculparte.
-Si me soltaras podría intentarlo.
- ¿Cómo fiarme de ti? Si me has atacado en plena noche.
- Me llamo Alwar soy hijo de una familia masacrada por Orcos, cuando sea digno de derrotarlos usare mi apellido que junto a mi nombre trascenderá en la historia.
- Eehmm con que eres tú…
- Lamentablemente con tus habilidades mágicas no matarías ni a un niño, quizás solo si usaras tu fuerza. Pero como sabes bien, eso es solo una parte de nuestro mundo.
-Mi nombre es Kolnazz soy hijo de Ferryl mi madre y Nicolás tu maestro, he venido con la misión de entregarte esta espada. El no podrá venir a verte por unos buenos años. Se encuentra en una misión bastante complicada, tú aun no te podrás unir a él con el nivel que te encuentras. Estaré encargado de entrenar tus habilidades. Te esperare por las noches en el bosque Noche Eterna te guste o no. Te dejare en libertad hasta que puedas vencerme.

                Presentarle Kolnazz a Adriana después de haberme derrotado sobre todo en habilidades mágicas sin poder haber podido ni siquiera haberlo rosado, me hizo sentirte profundamente mal. Ella como buena anfitriona sabiendo que él era hijo de Nicolás, preparo un banquete. Hablamos varias horas sobre el entrenamiento que entre los dos realizarían conmigo. Mi autoestima estaba mermada, solo asentía ante los planes que ellos tenían. Lo único que aún me mantenía despierto era la espada obsequiada por Nicolás, me ayuda a mantener la esperanza que no podía defraudar a mi maestro. Antes que amaneciera Kolnazz volvía a Noche Eterna por la oscuridad que mantenía. Adriana le envió en unos paños varios alimentos y de buena gana le ofreció que viniera a buscar alimento cuando necesitara.

                Al irme a mi habitación, me deje caer como si fuese un tronco, Nhama se quejó que le había golpeado al caer sobre ella, ni siquiera me había percatado que ella me estaba esperando sobre mi cama. Le pedí disculpas, me enrolle en la frazada solo quería dormir. Nhama entendía siempre cuando estaba triste, se apartó de mi lado, al ponerse de pie junto a mí, solo me observo un momento, apago las velas de la habitación.

                Estaba completamente oscuro, miraba el techo solo me acordaba del sueño que había tenido debajo del último refugio que había compartido con Olmo. Intente girarme pero Nhama se había venido acostar a mi lado cuando me había quedado dormido. Ella sabía molestarme o acompañarme cuando lo necesitaba más. Volví a mi posición hasta el otro día.


Continuara…



Capitulo II: Mostrando los peones



                Las semanas se me hicieron eternas, al igual que los días. Me obligaban a practicar magia de la antigua, más poderosa que del linaje de los brujos.  Practicaba diversas técnicas de protección, mejoras de armas con Adriana, Combate mágico con Kolnazz, de vez en cuando me ayudaba Nhama pero apreciaba más su compañía incondicional. Me sentía completamente exhausto, todos los días era una tortura constante. Como no me funcionaba nada, intentaban ejercerlo a la fuerza de la constancia. Hubiera preferido seguir con mi vida normal, juntando con chicas o Catalina, observando y comiendo con Adriana, talando árboles, forjando nuevas armas, y salir a pasear a cazar con Leonora. Ya todo había cambiado con la información traída por Kolnazz. Se me hacía latente que aún no vengaba la muerte de toda mi familia, que aún era débil para enfrentarme a alguien. Había que reforzar nuestro territorio, descongestionar Noche Eterna. Un sinfín de tareas que necesitaban que evolucionara.

                Un hecho puntual que no se podía pasar de largo, el Reinado no tenía ninguna consideración con las aldeas. Prometían seguridad la cual se respaldaba por nuestra propia gente, nos ofrecían nuevos labores para realizar en el Reino por méritos o habilidades, lo más curioso que solo estaban la gente de los castillos que estaban a cargo de las minas y los cultivos. Solo éramos parte de un Todo por el nombre del territorio. Las guerras se sustentaban de nuestro dinero, bienes, teníamos un miedo constante por las tropas exploradoras de nuestros enemigos. Teníamos que mostrarnos fuertes ante los bandos neutrales o aliados. Sino queríamos pasar a ser esclavos, nuestras mujeres violadas  e hijos decapitados.

                Lo más cercano a defensores a nuestro favor, prácticamente eran neutrales ante cualquier ser que compartía con ellos, La flora hostil  y Noche Eterna. Siempre pase más tiempo con Noche Eterna, me daba tranquilidad, fortalecía mis habilidades físicas, como también me relajaba. Últimamente desde los entrenamientos mágicos, quise huir y erradicarme en las profundidades en las alturas de un gran árbol. Me pesaba la idea dejar Adriana, pero sabía que ella con su magia podía apañárselas sola, Nhama me seguiría por el pacto que teníamos, además que le encantaba hacerle bromas a los viajeros. Catalina quizás no la volvería a ver, pero Noche Eterna me presentaría alguna que otra chica. El único que no quería saber nada de  Kolnazz a pesar que fuese hijo de mi maestro. Esa idea afectaba mi orgullo no quería retirarme como un perdedor y que era más débil que ese aventajado.

                La única solución que había encontrado para disminuir la gran barrera de mis capacidades ante de los que usan magia, era crear artefactos. En los tiempos que pasaba en la forja intentaba crear objetos que me protegieran, engarzar piedras, gemas para atribuirle algún elemento, En Noche Eterna gracias a todas las horas que he tenido tallando maderas, creaba varias objetos que a pesar de mi gran critica no se encontraría fácilmente en el Reino. Además estuve estudiando el grabado en mi piel que formaba el pacto con Nhama, ella me  ayudo bastante para entender más su funcionamiento. Varios meses seguí con la misma rutina en mis tiempos libres, mientras que Kolnazz barría el polvo conmigo en nuestros enfrentamientos y Adriana dejaba de prepararme comida deliciosa por mi precario avance.

                El invierno seguía manteniendo sus estragos a las fueras de Noche Eterna por todas las aldeas colindantes. Algunas se veían atacadas por avanzadas de bandas de demonios y licántropos. El Reinado solo estaba concentrando sus fuerzas En los Orcos del norte. Los caballeros y nobles del castillo solo mantenían sus tropas en el perímetro de sus territorio. Algunos exploradores en  la flora hostil. Los únicos enviados del Reinado y nobles son los recaudadores de impuestos.

 El conflicto Humanos con Orcos llevaba miles de años. Los enanos, elfos, demonios, magos, ángeles, todos se habían cansado de batallas sin vencedor aparente. Cuando los humanos estuvieron a punto de vencer por el tratado de humanos con enanos por los recursos de las minas. En ese momento  los demonios se vincularon a los Orcos verdes, eso dio origen a los Orcos Rojos que dio origen a varias aldeas que se establecieron cerca de los verdes.  Su expansión atentaba contra los primeros reinados humanos  y el continente. Eran una fuerza asombrosa, los elfos se mantenían lejanos a los conflictos. Algunos interferían para cuidar algunos bosques que iban arrasando los Orcos, los elfos oscuros prestaban sus servicios por algún pago a cambio al igual que los mercenarios, piratas, barbaros, magos. Esa era una de las tantas historias e informaciones que me daba mi maestro.

                Según Adriana  el origen de los disturbios comenzó cuando los humanos perturbaron las tumbas de los dragones originarios de la vida, custodiadas por los gigantes elementales. Los hermanos Neku- Kona era los forjadores de las estrellas y todas las armas legendarias,  las tumbas de los dragones estuvieron custodiados por algunos ettin en las colinas, wendigos en bosques cercanos a los lagos. Para los humanos todo estaba rodeado por grandes seres,  después de varios años supieron que tenían que robar los esqueletos de los dragones para la fabricación de armas y hechizos,  fue el único método para derrotar a los gigantes y establecer sus dominios.  De sus tantas exploraciones se toparon con unos trol y orcos que estaban maltratando a un grupo de enanos.  De ahí se inició los siglos de enfrentamientos entre humanos y orcos según Adriana cuando me preparaba la cesta para ir a vender las empanadas.   

                Cuando me recordaba de ambas historias ninguna me parecía muy bien fundamentada. En cambio en unos apuntes entregado por Nicolás de mis padres. Narraban que el conflicto de humanos, orcos con las demás razas fue.  Que desde el inicio de la creación Dios los creo a todos con distintos polvos mezclados con diferentes elementos del mundo sumado sus variantes emociones.  Los Originarios de distintas razas algunos pudieron resistir las energías de las primeras frutas de Orden y caos. Algunos fueron cuerdos, otros con sed de sangre, de ahí comenzó la lucha por la sobrevivencia.

                Me había despertado bien temprano junto a Nhama, siempre lucia hermosa, durmiera, despertara, en combate era un ser sin igual. Aunque mis resultados mágicos no eran muy notorios.  Mis entrenamientos, habilidades físicas no se podían menospreciar, claro que solo los magos que me rodeaban me subestimaban. Esta vez Adriana tuvo una nueva idea, que mis entrenamientos fuesen junto a Nhama. Siendo honesto tampoco obtuve muchos logros,  Kolnazz seguia ganando por la distancia que había entre los dos, ni siquiera a la carrera podía efectuar algún ataque antes que usara su magia en mí.

                Debido a los grupos de licántropos que rondaban por noche eterna, kolnazz tuvo que centrarse en fortificar e ocultar lo más  posible su localidad. Eso me dejo descansar varias semanas de su entrenamiento. Me sentía muy contento, tuve más tiempo para incorporar conocimientos mágicos en la forja de mis nuevos objetos. Mis favoritos son las dagas con broches engarzadas, con runas supervisadas por Adriana, de paso también le confeccionada algunos artefactos, pequeñas armaduras a Nhama. El cinturón, más los cueros los dejaba reforzados aumentando su durabilidad. Con la ayuda de Adriana y Nhama ponía a prueba todo lo que creaba, lo que estaba mejor logrado lo tenía que probar en Noche Eterna con las bestias que deambulaban en él.

  Por las noches se escuchan aullidos, variaban de vez en cuando según la posición de la luna en el firmamento. Tenía que ir sigilosamente, ya no deja la brecha de la desconfianza, lo había aprendido varias veces con muchos tropiezos, que la confianza siempre me trae malos recuerdos. Entre mis pertenecías, llevaba bien oculto bajo unos pequeños bolsillos, algunas punta de flecha de  plata y hierro. Por si me quedaba desarmado o tenía tiempo de fabricar algún arco en la espesura del bosque sí que llegara a quedarme abandonado.  A veces me sonaba  poco probable, Nhama últimamente no me dejaba ir solo para ningún lado, hasta me bañaba bajo su resguardo, la única posibilidad de estar completamente solo cuando iba a mis necesidades personales.  Ella también quería evitar que pudiera peligrar mi vida por malas decisiones tomadas a corto plazo. Eso había fortalecido mucho más nuestra cercanía, habilidades de combates, caza hasta las bromas doble sentido que le hacíamos a Adriana o a todo comerciante, mercader que nos encontrábamos en Noche Eterna. Por las mañanas después de acabar las labores e entrenamientos, Cogía un gran bolso y lo llenaba de empanadas, trozos de queque, algo de agua miel, sidra, pequeñas hachas, dagas, algunos objetos tallados por mí, cuencos de madera, a veces variaba, pero mantenía un bolso bien surtido de cosas para comerciar cuando estaba en Noche Eterna con Nhama.  Ella se adelantaba a explorar que no hubiese peligro alrededor de los campamentos de mercaderes, circenses, músicos, recaudadores de impuestos. Volvía me daba la señal y llevaba el bolso para intercambiar lo necesario. Solo dependiendo del aroma que expelían los recaudadores y la apreciación de Nhama nos acercábamos a ellos.

Una de las noches que se encontraba nublado Nolkazz vino a visitarnos para entregarnos información que los patrullajes por la noche estaban siendo más seguido, además en los grupos se habían incluido algunos demonios, no estaba seguro si era magos o criaturas de expedición. Pero  tanto el como nosotros teníamos que mantener precaución con revelar nuestra posición. Las aldeas se encuentran bastante desvalidas sin la protección del reinado que solo viene a recaudar los impuestos.

Cada vez me sentía más aprisionado, tanto control, cuidados que mantener en tu propia aldea, hogar. Esto estaba mal, quería hacer algo, pero antes tenía que poder  resistir en los enfrentamientos de kolnazz , logrando ese objetivo. Elaborare una pequeña resistencia, claro que en un comienzo secreta por los pocos miembros que podamos ser al comienzo. Nos apodaría “Dagas silenciosas”, solo al imaginarme pasar esa idea por mi cabeza, me entusiasmaba de gran manera.  Cuando mostrara más progresos se lo iba a contar a Adriana, mientras tanto lo mantenía en secreto para que me siguiera enseñando.

Mientras que Adriana amasaba, elaboraba las empanadas, ordenaba cada sector de la vivienda, yo manipulaba por varios minutos una concentración de energía, tenía que aprender a soportar varios minutos, utilizarla como una especie de defensa de elementos físicos, las variaciones mantención de oxígeno en especias acuosas, temperatura frio o calor dependiendo del clima que me rodee. La gran mayoría de todo lo que realizaba en ese sentido era un completo fracaso. El logro más llamativo era que tenía una conciencia de que existía magia y podía mantener el flujo constante con Nhama.

La noche era de unos los momentos que me relajaba, olvidaba el pasado, las problemáticas de los licántropos, los demonios que iban incorporándose a los grupos de exploradores, mis nulos avances mágicos,  me sentía cansado y estresado. Al dormir todo se volvía silencio, tenía dulces sueños con la comida de Adriana, la incondicional compañía de Nhama.   

                 Pensaba que antes de despertar por las mañanas o en algún momento de mis sueños, se estaba haciendo reiterativo el encuentro de los huargos que se sentaban frente a mí esperando que hiciese algo. Volví a conciliar el sueño después que me caí de la cama para ir al baño. Sentía algunos aullidos que los atribuí a los licántropos, pero en esta ocasión era de mañana… Adriana aún no se había levantado a las labores diarias. Aproveche el silencio de madrugada y que  Nhama estaba en un sueño profundo. Me cambie de ropa, llevaba mis dagas. Al abrir la puerta de nuestro hogar todo  estaba igual, salvo a lo lejos en puerta de madera para ingresar al jardín, había unos cachorros de huargos, esperándome ahí, que hiciese algo.

Continuara…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario