domingo, 1 de febrero de 2015

Definido Mensajero

 Cayendo al horizonte (Mensajero)


Capítulo I: Camino al diccionario.


Pensaba que estaba sentado escribiendo, las letras corrían por si solas, solo estaba plasmando, lo que fue, iba y está ocurriendo, sonidos, colores, olores eran una sinfonía de diversas manipulaciones de lo que estaba sucediendo, alegrías, tristezas se entonaban en la avenida de que todos y cada uno formábamos. Cada pensamiento de las ideas escurría por mis manos, deslizaban por mis codos, se impregnaban por mi pecho, huían por mi espalda. Cercanos buscaban semejanzas en cuentos, retratos, añoranzas de lo que iba ocurrir, lo que intentan hacer. Verdades, razones,  heroísmos, traiciones, algo que avalara supuestas ilusiones.  A lo lejos  se aproximaban grandes, gigantes tormentas de sustentaciones, formas, maneras  de enrielar cada sonido que vibraba. Cerca de mi cogía, soltaba, tomaba mi espada para cortar cada silencio, chillido que hilaba las tormentas. Disolvió lo establecido  los asuntos con y sin sentido.
Varias noches, días, tardes  percibía las notas cuando las hojas cedían ante el agua reunida de los llantos de los inconformistas, las revolvía en el caldero de los gritos de los perdedores. Se acercaba un muchacho con atuendo de jardinero pensando que era el agua para las plantas. Lo mire, me miro, tome mi espada que atravesó sus músculos, bailo en sus tendones y rego todas las plantas. No era su sangre o el agua del caldero, eran los anhelos de cuidar la imagen que se formó en sus pensamientos.
Muchas veces pensé que era un guerrero, la espada que llevaba, cogía, tomaba, jugaba, sufría, lloraba, soñaba en los deseos de mis protegidos, asesinos, cercanos y los haces de luz chillaba hasta mis lejanos. Cientos miles de millones de segundos se congelaban cuando se intentaba ensuciar lo que algunos tomaban como historia.
Cuando iba al conocimiento, algo llamado pares observaba el camino que estaba siguiendo. Ese aroma que llevaba no era mío, tuve que girarme y volver a dar el paso que me llevo a otro paso, a veces avanzada con la espada que estaba cargada en mi sur. Cuando el peso elevaba mis talones, buscaba el aroma que era mío. El atraso de mis recuentros formulo otro viaje que lo aplace para ir con mi disonante. Me desagrada de tal manera, pero ahí estaba ella, definiendo cada estrella.              
Después de leer la etiqueta de que algo me reflejaba en el rio, pastos y leñas formaron el concepto de misión, estuvo latente en el viaje junto a mi espada. De un tropezón observe las primeras letras, al saltar ella continuaba en el altar. La distancia me dejo caer pasando junto a mi miguel.
Los bullicios dieron paso al día, las indecisiones a la tarde, la clarividencia a la noche, el anhelo en madrugada,  viaje en mi centro, pasando por distancias de tempestades. Mi escudo bailaba de norte a oriente. El mediodía inspiro mi fuerza. La tierra de enemigos respondió, preguntando ¿serás nuestro siervo o eres de los nuestros? Me quite mis sandalias, anuncie mi texto, marco las puertas con mi espada ardiente.
Acaso buscas tu sepultura ¿responderás o consideras tu espíritu? Desnudas están mis manos. Llego el defensor asignando visiones a los crédulos. Me cantaron, ora por tu razón y juicio. Mire, me observaron, varios patriarcas me acusaron. Mientras el horno de mi interior se apagaba. ¿Qué es mi defensor? Mis escudos ondeaban aun en el espejo de mis pisadas. Caía nuevamente hasta un brote de agua.
Su aparición calma el dragón, la estatúa de mi interior. Había perdido una parte de mí, aceptando una de ellos. Ideas combatían en mi pecho, se secaban rasguñando mis miembros. Buscaba a lo lejos el germen de su culto. Cada vez estaba más lejos de los colores pasteles. Mi espada e escudo atrapado en la gravedad de sus impuestos. De lo establecido me apodó Mensajero su jardín siniestro. Acepte su fiesta como si fuese mía, viole sus alimentos, me penetraron con sus licores.  Se nublo todo entendimiento, perdí mis armamentos en las definiciones de sus plantas ilusorias.
                Trastornado en conceptos de sus raíces, Fui, era, soy mensajero, guardián, guerrero, escritor, una puta más de sus dominios.  Secuestraba sus robos, asesinatos, caminaba en su ira, resguardaba sus temores.  Cogí cada palabra trozándola, entinte mi sable, espada, escudo, volví a dar pasos, todo era distinto al salir de su jardín. Anhele ver a mi disonante. Ahora vuelvo a dar pasos, en las raíces de sus historias y en el reencuentro de las nuestras.


Continuara…

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